lunes, 8 de noviembre de 2010

Santo Rosario. Meditaciones junto a Benedicto XVI. Tercer misterio gozoso: El nacimiento del Hijo de Dios en el Portal de Belén.




El Concilio de Efeso puso de relieve la aventura de Dios, la grandez de lo que hizo por nosotros. Dios no permaneció encerrado en sí mismo, sino que salió de sí, se unió hasta tal punto, de tan radical manera, a ese hombre, a Jesús, que ese hombre Jesús es Dios, y si hablamos de él podemos siempre también hablar de Dios. No nació sólo un hombre que tenía que ver con Dios, sino que en él nació Dios en la tierra. Dios salió de sí. Podemos decir también lo contrario: Dios nos atrajo a sí, de forma que ya no estamos fuera de Dios, sino en lo íntimo, en la intimidad del mismo Dios.
Cristo no nació como un individuo más. Nació para crearse un cuerpo: nacio -como dicde Juan en el capítulo 12 de su Evangelio - para atraer a todos hacía sí y a sí. Nació - como dicen las Cartas a los Colosenses y a los Efesios - para recapitular todo el mundo; nació como primogénito de muchos hermanos; nació para reunir el cosmos en sí, de manera que es Cabeza de un gran Cuerpo. Donde nace Cristo, comienza el movimiento de la recapitulación, comienza el momento de la llamada, de la construcción de su Cuerpo, de la Santa Iglesia. (Benedicto XVI. Meditación en la I Congregación General de la Asamblea Especial para el Oriente Próximo del Sínodo de los Obispos. Roma. 11 de octubre de 2.010).

No hay comentarios:

Publicar un comentario